miércoles, 13 de mayo de 2009

Soluciones para la crisis.

Uno que está cansado de ver como muchas consultas van encaminadas en el mismo sentido, no entiende como los diferentes gobiernos no toman cartas en el asunto.

Muchas personas que compraron sus viviendas habituales hace un año, consiguieron préstamos hipotecarios de hasta más del cien por cien del valor de tasación de las mismas.

Ahora, con la que está cayendo, muchos no pueden dedicar un sueldo entero de la unidad familiar al pago de las cuotas. Más que nada porque lo normal es que el otro sueldo no exista por estar en el paro, en un ere, o similar.

Llegados a este punto, los impagos del préstamo derivan inexcusablemente en un proceso ejecutivo que conlleva en la subasta judicial del inmueble. Y nos encontramos con que esa pareja que ha pagado unos 20,000 euros, sólo ha pagado intereses, osea que sigue debiendo el total del capital. pero es que además, el precio por el que se puede vender la vivienda está de media unos 90.000 euros por debajo de lo que fue tasado por la entidad financiera.

La consecuencia es que se quedan sin vivienda, con una deuda de unos 100.000 euros, más costas judiciales, habiendo pagado un montón de cuotas que no les ha servido de nada.

la culpa es claramente de la entidad financiera, puesto que fue ella la que empujó con su tasación a la adquisición.

Esto debería plantear en los gobiernos, que se produjera una modificación, retroactiva desde luego, por la que los préstamos hipotecarios sólo puedan ejecutarse frente al bien hipotecado, agotándose su ejecutividad una vez subastado el bien.

Ello supondría de facto que se paralizarían las ejecuciones sobre las viviendas, y que desde luego, el valor de tasación se ajustaría a la realidad y no a los intereses de los bancos.

Y efectivamente se podría hacer de manera retroactiva. Ya lo llevarán al constitucional...

Y digo los gobiernos, porque para eso hay competencias, y hay fuero nuevo, que menos de nuevo tiene de todo.

La pregunta será entonces, ¿se atreverán los gobiernos a actuar contra el germen de la especulación o seguirán subvencionándolo?

martes, 12 de mayo de 2009

¡Qué dichos!


No lo he podido resistir. Esta mañana me he encontrado con una amiga.

La chavala venía de una entrevista de trabajo. Parece que vamos a tener una amiga más de camarera, lo cual no está nada mal. La entrevista le ha salido bien, y se maneja bien con la cafetera y con los cubatas. Yo le he felicitado, pero ella me ha dicho:

-Esperate majo que del dicho al hecho hay mucho estrecho.-

Digo yo que querría decir que va todo un trecho, y la sonrisilla se me a adivinado. Pero luego pensándolo mejor... ¿No habrá querido decir lo que ha dicho?

Eso, que los que dicen son muchos, pero los que hacen pocos. Entiendase el decir y hacer en relación con la estrechez del personal. O con lo cortados que son algunos en esta tierra.

Y esto me ha recordado la vista, en la que terminé pidiendo a una gitana una multa, la verdad que descomunal, por haber abofeteado a una electa. La gitana, que saber lo que había hecho, vaya que si lo sabía, al oír semejante petición económica (que es lo que más duele en estos tiempos), replicó:

-!Hay Señoría, que son muchos dineros, que yo no tengo tanto, y que me tendría que amargar la furgoneta¡

Eso, amargar la furgoneta en lugar de embargarla. Aunque bien mirado, pues si que se la amargarían, a pesar de que en esta tierra haya mucho estrecho.

sábado, 9 de mayo de 2009

La torre y la progresía I.


Corría el año 2005 cuando en Villamayor asistíamos al derrumbe progresivo de la torre barroca de la iglesia parroquial.

La torre, que culminaba y encumbraba el templo del siglo XII, estaba completamente agrietada, y estaba a punto de abrirse como un melón. Hace años el presupuesto para arreglarla era terrible, y con los donativos que acostumbramos a dar tras las homilías, pues la verdad es que no llegaba ni para la malla del andamio.

Pero el clamor popular pedía, casi a gritos, que se interviniera y se arreglara semejante emblema de la localidad de Monjardín.

Primero era ver como conseguíamos el dinero. Se preparó un estudio económico, en el que el albergue era el gran generador de capital. Se estudió la posibilidad de conseguir un crédito, y se valoró la ayuda que podía dar tanto el Arzobispado como el Ayuntamiento.

El escollo había que sortearlo, en primer lugar con el señor párroco. Este buen cristiano, decía, no sin faltarle razón, que deseaba que el templo contara con un sistema de calefacción, antes de arreglar la torre. En efecto, en invierno, primavera, verano y otoño, la chaqueta es tan imprescindible en los feligreses como el alba en el sacerdote.

Había que convencerle de que de nada serviría poner calefacción si la torre caía sobre el templo, la Cruz de Monjardín, y la feligresía. Llevasen chaqueta o no.

Resultó que el seis de diciembre, día de la Constitución, el alcalde y parte del consejo parroquial decidieron afrontar el tema. Tras la misa dominical, el alcalde recordó al párroco que ese día era tradición que el primero invitase al segundo a comer en su casa o en su defecto a un pequeño aperitivo.

Ni que decir tiene, que de tradición no tenía nada, pero como era la primera vez que coincidían ambos en sus cargos en tan señalado día, el señor párroco accedió.

Y a casa del alcalde subieron, y mientras degustaban unas exquisitas guindillas fritas, iban el alcalde y dos miembros del consejo, convenciendo al perseverante párroco de la urgente necesidad de la torre.

Mientras comían las guindillas y una pequeña ensalada, con unas aceitunas caseras, se afanaban en llenar las copas de vino apenas sorbían un poco. El alcalde, conocedor de los efectos de semejante bebida era el que más maliciosamente bebía, mientras que el más senecto de los miembros del consejo se quejaba de no poderse morir porque no se podían tocar las campanas.

- !Que no me puedo morir señor párroco¡, que las campanas no se pueden tocar.

El más joven le enseñaba una y otra vez el enorme dossier preparado al efecto, incluso con la solicitud al Arzobispado de Pamplona.

- A este paso, deberíamos cerrar la Iglesia por peligro de derrumbe. - Decía el alcalde mientras llenaba las copas de vino.

Lo cierto es que tras dos horas, consiguieron convencerle. Resultó que de todos los presente el único que terminó chispo fue el alcalde, al cual el señor cura le sacó el compromiso de subvencionar parte de la obra.

Continuará...

lunes, 4 de mayo de 2009

Peregrinus dixit.


Apenas eran las nueve de la mañana de aquel segundo de agosto cuando tanto el teléfono fijo, como el móvil parecían haberse vuelto locos.

- Que vienen los civiles a ver si bajas, que menuda se ha liado....- y no se cuantas cosas más le dijo la camarera por teléfono al alcalde.

¿Pero se habrán vuelto todos locos?. No menos de siete personas le habían llamado por teléfono.. Que bajara a la fuente, que no se qué, de una peregrina, que avisara a los guardias.

Ciertamente alarmado se vistió rápidamente y bajó a trompicones la cuesta que llevaba a la fuente.

Cuando llegó no daba crédito a lo que veía. Una señora, o chica, según se mire, en braga y sujetador se había metido en uno de los pozos de la fuente. Con una pastilla de jabón Lagarto o similar se frotaba su cuerpo en ademán de asearse. Tenía la melena rubia recogida y hacía aspavientos hacia el final de la calle.

Según se acercó el alcalde a pedirle explicaciones se fueron abriendo las ventanas de las casas y al principio tímidamente pero luego con gran jaleo, las mujeres comenzaban a gritar.

- !Guarra¡, !no te laves en la fuente¡.
Otra decía, -!Marrana, vete a tu casa¡.
Y otra tercera decía, ! Qué poca vergüenza¡, !Alcalde echalá¡.

Las tres que gritaban, señoras estas si, se calentaban mutuamente entre tanto jaleo.

A todo eso la de la fuente comenzó a gritarles a las otras, -!Aleluya, aleluya¡, !que soy peregrina a Santiago¡, !Aleluya, aleluya¡.

Y las de las ventanas bramaban todavía más. Vamos que solo les falto gritar lo de !Crucifícale, crucifícale¡

Apareció la camarera a decirle que mira que jaleo, que a ver donde había estado, que ya venía la Guardia Civil de Los Arcos.

El alcalde intentaba convencer a la moza de que se bajara del pilón y que se vistiera, que no era ni un buen sitio para lavarse, ni lo más apropiado. Y cuanto más le decía, más gritaba la peregrina. Y las de las ventanas, claro.

El alcalde, algo astuto, vio que había dejado la peregrina su cartera junto a la ropa seca y ni corto ni perezoso se la cogió. Se la dio para guardar a una de la de las ventanas, que ya había bajado a la calle escoba en mano. La peregrina seguía con su ritual de aleluyas y jabón Lagarto.

Cuando la peregrina se percató de que le había cogido la cartera salió del pilón como si fuera un gato. Y así, en paños menores, menorísimos, empezó a correr hacia el alcalde por mitad de la calle. La de la escoba se la tragó la tierra, y en las ventanas sólo quedaron los geranios. El alcalde, a correr cuesta abajo de nuevo, esta vez perseguido por la peregrina, que menos bonito le decía de todo.

Y en esas apareció el patrol de los civiles. Ni ellos mismos sabían que el todo terreno podía frenar tan en seco. Alucinados ante tal escena, bajaron algo temerosos, y nuevamente apareció la de la escoba y las jaleadoras de las ventanas.

Con algo más que buenas palabras la consiguieron vestir, y con la excusa de que podía denunciar al alcalde se la llevaron en el patrol a Los Arcos.

A los días los guardias dijeron que, la pobre peregrina, se había escapado de su casa, que tenía una enfermedad psiquiátrica, y que la mandaron a Barcelona atada en una ambulancia.

También se comentó que el día anterior había estado bañándose en la fuente de los moros, cercana al pueblo, y que fue vista por algún agricultor. Este dijo que por lo menos seis viajes dio, y seis veces la vio en pelota picada.

Nunca dijo el agricultor a que vino tanto viaje.

Y desde luego, para ese baño no le despertaron al alcalde.

Peregrinus dixit.



Eran las nueve y media de la mañana del dos de mayo cuando bajaba a tomar un café al pequeño bar del pueblo.

En la plaza de Sancho Garcés ya estaban los primeros preregrinos del día. Llegaban a Monjardín desde Ázqueta, tras un fuerte repecho en el camino, paraban a desayunar en Ilarria. Así se llama la antigua sociedad, ahora bar. Ilarria significa "piedra de muerto", curioso nombre para un bar....

Mientras ojeaba la prensa del día no pude resistir poner la oreja para escuchar detenidamente las anécdotas de los peregrinos.

Dos exempleados de Telefónica comentaban con un comercial en el paro, acerca de lo poco que es necesario para vivir. Decía, que con el techo, la comida del día y la familia, nada más era necesario. Que todo lo demás, esa mierda de los "objetivos-producir-ganar-objetivos ..." que eso no tenía ningún sentido. Los de Telefónica coincidían plenamente. Uno sentenció: "el que no conoce la suficiencia, nunca sabe si tiene lo suficiente". Amén pensé yo.

En esas estábamos cuando entró al bar una peregrina de peso. Y digo de peso porque la señora estaba algo más que fuerte. Y con esa gracia que sólo tienen los cordobeses, y antes de pedir nada a la camarera comenzó a protestar. Que si llevo ya cuatro días en el camino, que si a este paso no ve voy a echar novio, que si lo que necesito es sexo.

Uno que casi se atraganta con el último sorbo del café, no daba crédito. Entre risas y mientras le invitaban a desayunar, uno de los de Telefónica le retaba "si lo que quieres es eso, no vayas a Santiago, toma el camino de Lourdes". Todos comenzaron a reírse, incluida ella, que consintió que le invitaran.

Peregrinus dixit.