lunes, 4 de mayo de 2009

Peregrinus dixit.


Apenas eran las nueve de la mañana de aquel segundo de agosto cuando tanto el teléfono fijo, como el móvil parecían haberse vuelto locos.

- Que vienen los civiles a ver si bajas, que menuda se ha liado....- y no se cuantas cosas más le dijo la camarera por teléfono al alcalde.

¿Pero se habrán vuelto todos locos?. No menos de siete personas le habían llamado por teléfono.. Que bajara a la fuente, que no se qué, de una peregrina, que avisara a los guardias.

Ciertamente alarmado se vistió rápidamente y bajó a trompicones la cuesta que llevaba a la fuente.

Cuando llegó no daba crédito a lo que veía. Una señora, o chica, según se mire, en braga y sujetador se había metido en uno de los pozos de la fuente. Con una pastilla de jabón Lagarto o similar se frotaba su cuerpo en ademán de asearse. Tenía la melena rubia recogida y hacía aspavientos hacia el final de la calle.

Según se acercó el alcalde a pedirle explicaciones se fueron abriendo las ventanas de las casas y al principio tímidamente pero luego con gran jaleo, las mujeres comenzaban a gritar.

- !Guarra¡, !no te laves en la fuente¡.
Otra decía, -!Marrana, vete a tu casa¡.
Y otra tercera decía, ! Qué poca vergüenza¡, !Alcalde echalá¡.

Las tres que gritaban, señoras estas si, se calentaban mutuamente entre tanto jaleo.

A todo eso la de la fuente comenzó a gritarles a las otras, -!Aleluya, aleluya¡, !que soy peregrina a Santiago¡, !Aleluya, aleluya¡.

Y las de las ventanas bramaban todavía más. Vamos que solo les falto gritar lo de !Crucifícale, crucifícale¡

Apareció la camarera a decirle que mira que jaleo, que a ver donde había estado, que ya venía la Guardia Civil de Los Arcos.

El alcalde intentaba convencer a la moza de que se bajara del pilón y que se vistiera, que no era ni un buen sitio para lavarse, ni lo más apropiado. Y cuanto más le decía, más gritaba la peregrina. Y las de las ventanas, claro.

El alcalde, algo astuto, vio que había dejado la peregrina su cartera junto a la ropa seca y ni corto ni perezoso se la cogió. Se la dio para guardar a una de la de las ventanas, que ya había bajado a la calle escoba en mano. La peregrina seguía con su ritual de aleluyas y jabón Lagarto.

Cuando la peregrina se percató de que le había cogido la cartera salió del pilón como si fuera un gato. Y así, en paños menores, menorísimos, empezó a correr hacia el alcalde por mitad de la calle. La de la escoba se la tragó la tierra, y en las ventanas sólo quedaron los geranios. El alcalde, a correr cuesta abajo de nuevo, esta vez perseguido por la peregrina, que menos bonito le decía de todo.

Y en esas apareció el patrol de los civiles. Ni ellos mismos sabían que el todo terreno podía frenar tan en seco. Alucinados ante tal escena, bajaron algo temerosos, y nuevamente apareció la de la escoba y las jaleadoras de las ventanas.

Con algo más que buenas palabras la consiguieron vestir, y con la excusa de que podía denunciar al alcalde se la llevaron en el patrol a Los Arcos.

A los días los guardias dijeron que, la pobre peregrina, se había escapado de su casa, que tenía una enfermedad psiquiátrica, y que la mandaron a Barcelona atada en una ambulancia.

También se comentó que el día anterior había estado bañándose en la fuente de los moros, cercana al pueblo, y que fue vista por algún agricultor. Este dijo que por lo menos seis viajes dio, y seis veces la vio en pelota picada.

Nunca dijo el agricultor a que vino tanto viaje.

Y desde luego, para ese baño no le despertaron al alcalde.

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